Se lo reconoce como el Padre de la Patria y el Libertador, y se lo valora como el principal héroe y prócer del panteón nacional. Fue un líder generoso, que antepuso su grupo a las aspiraciones personales y sabiamente alentaba a los suyos a desarrollarse más independientes y seguros. Comprendió que conducir no es mandar; entendió que la responsabilidad del liderazgo se basa en el consenso y el diálogo.